Sansepolcro, un tesoro escondido de la Toscana

Sansepolcro no suele aparecer en las guías turísticas, esas que se centran en Florencia, Siena o San Gimignano, pero sí es protagonista en muchas de las obras de Piero della Francesca, uno de los grandes maestros del Renacimiento italiano. Un artista que nació y creció en esta tranquila localidad toscana y que hoy cuenta con un pequeño, pero completo museo dedicado a su obra. La luz, las proporciones y la serenidad de sus pinturas se respiran también en sus calles, plazas y fachadas.
En el Museo Cívico, ubicado en el Palazzo della Residenza, se conservan algunas de sus piezas más importantes, entre ellas La Resurrección, considerada por muchos su obra maestra. Incluso para quienes no son expertos en arte, es fácil entender por qué enamoró a artistas y matemáticos por igual.
Cruce de caminosSansepolcro ha sido un histórico cruce de caminos entre varias de las regiones más importantes de Italia: Toscana, Umbría, Marcas y Emilia-Romaña. Esto dejó una huella en su historia, su carácter y también en su arquitectura. Un buen ejemplo de ello es su catedral, que nada tiene que ver con la imagen de las iglesias toscanas, siempre recubiertas de mármol de colores. Aquí se utilizó la piedra local, por lo que su exterior es más sencillo. Eso sí, su interior conserva una de las obras de arte más destacadas de la zona, el llamado Rostro Santo. Este crucifijo de madera policromada, que data del siglo XII y procede de Oriente, es un objeto de especial veneración que representa una de las primeras representaciones artísticas de Cristo en la Cruz.
Rico patrimonioEsta pequeña localidad cuyo centro histórico está repleto de palacios renacentistas y plazas con mucho encanto, alberga diez iglesias. Además de la catedral, otras de especial interés son la de San Francisco (una de las primeras iglesias franciscanas) cuyas campanas suenan cada vez que nace un niño en el pueblo, y la de Santa María, un templo pequeño al que hay que entrar mirando al techo, ya que es uno de sus grandes atractivos.
Del arte al saber medicinalPero el legado de Sansepolcro no se limita al arte o la religión. En las últimas décadas, también se ha convertido en un referente en medicina natural gracias al laboratorio Aboca, uno de los laboratorios más innovadores de Europa. Aquí está la pequeña casa blanca rodeada de un gran jardín que decora las cajas de Grintuss (el jarabe para la tos que todos los niños prueban cada invierno) o de Bianacid (magia contra la acidez y el reflujo). En esa misma casa, en los años 80, la familia Mercati apostó por la medicina natural. En plena época de plástico y química, este proyecto apostó por investigar el poder de las plantas con rigor científico, es decir, tratar las sustancias naturales tal y como se hace con las químicas, aportando estudios que demuestran su eficacia.
Una visita imprescindible es el Museo Aboca, instalado en un elegante palacio renacentista que ya justifica por sí solo la entrada. En su interior se propone un recorrido fascinante por la historia del uso terapéutico de las plantas. Frascos antiguos, instrumentos botánicos, libros de todas las partes del mundo… Cada sala invita a descubrir cómo el ser humano ha buscado salud en la naturaleza durante siglos, y cómo ese conocimiento sigue vivo hoy.
Además de ser una experiencia didáctica y muy visual, es también un paseo por la filosofía de una empresa que ha sabido mezclar tradición, innovación y respeto por el entorno. Y sí, se sale con ganas de cuidarse más y mejor. La suerte es que se está en un buen sitio para seguir disfrutando de la belleza y la naturaleza.
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