Un restaurante histórico, un circuito nocturno y la casa de Alfonsín: una escapada de invierno a Chascomús

En 1939, el arquitecto croata Andrés Kálnay, el mismo que firmó la Cervecería Munich y el edificio del diario Crítica, proyectó el Club de Regatas de Chascomús, una obra que aún hoy permanece erguida con su silueta racionalista frente al espejo de agua. Allí, donde antes remaban los primeros entusiastas del deporte náutico, Sebastián Otero instaló hace un cuarto de siglo su restaurante.
Lo que en principio fue una apuesta tímida en un club privado se volvió una marca registrada del lugar, al punto de convertirse en sede de todo tipo de celebraciones locales.
El restaurante del Club de Regatas es uno de esos sitios que construyen memoria y sabor a la vez. No solo porque allí comía el expresidente Raúl Alfonsín, fanático del pejerrey a la romana con vino blanco y flan de postre, sino porque su carta, anclada en ingredientes de cercanía, se funde con la postal del lago.
El edificio de la Municipalidad, en el casco histórico de la ciudad. Foto Shutterstock
“Para mí, esto no es sólo comida, es una experiencia -indica Otero-. El mayor orgullo es que la gente quiera volver”.
Mientras en los ventanales se reflejan las velas de los kayaks y los brillos anaranjados del sol bajo, la cocina trabaja con técnicas modernas sobre recetas clásicas: pastas, pescados, carnes. Un restaurante de los que resisten con coherencia, pasión y permanencia como parte del ADN local.
Desde esa plataforma se puede trazar una escapada que combine el aire libre con el patrimonio, los sabores con la historia, y que convierta a Chascomús en una gran opción para las vacaciones de invierno, sea para un ir y venir en el día, o para elegir como destino para quedarse.
El tradicional Basque Pelota Club, una construcción de 1925. Foto Shutterstock
A poco más de una hora de Buenos Aires, Chascomús es un destino que aún respira calma. Sus 30 kilómetros de costanera asfaltada permiten recorrer en bici, auto o incluso a pie la laguna que da nombre y sentido al lugar.
Allí conviven pescadores, deportistas, paseantes y aves, en un paisaje que se enciende con los atardeceres más fotogénicos del interior bonaerense, incluso con flamencos.
Los atardeceres en la laguna son un imperdible de Chascomús. Foto Shutterstock
Además de su entorno natural, la ciudad ofrece una nutrida agenda patrimonial y cultural. El casco histórico, con calles adoquinadas y faroles de hierro, se recorre como un viaje en el tiempo.
La Catedral Nuestra Señora de la Merced, la Casa de Casco, el Teatro Brazzola y el Palacio Municipal (diseñado por Francisco Salamone) integran un circuito que puede hacerse de día, aunque hay una propuesta distinta para los que eligen quedarse hasta más tarde.
Desde hace un año, Per Calderón y Soledad Luis, guía y descendiente afro respectivamente, organizan un tour nocturno que transforma la ciudad anclada en una escenografía imprevista.
Una postal del casco histórico. Foto Shutterstock
"La idea fue crear algo que no existía -dice Per-. Que los visitantes pudieran ver Chascomús iluminada, con sus adoquines, y escuchar su historia desde otro lugar".
El recorrido parte desde la plaza, con una narración que va del nacimiento del pueblo en 1779 hasta su crecimiento como ciudad.
Luego camina hasta la Capilla de los Negros, donde Soledad, administradora del espacio y descendiente de quienes la construyeron, recibe al grupo.
Ahí comienza otra historia: la del candombe, la esclavitud, la resistencia. Con los tambores resonando en las paredes del templo, los turistas bailan, aplauden, y sobre todo, se emocionan. La experiencia termina en un fogón con cuero templado y calor compartido.
La Capilla de los Negros de Chascomús tiene el piso de tierra y el techo de chapa. Foto: DP/Viajes
La Capilla de los Negros fue construida en 1862 por afrodescendientes liberados de Chascomús como espacio propio de culto y reunión. Hecha de adobe y sin ornamentos, fue símbolo de resistencia cultural donde se celebraban misas, velorios y candombe.
Declarada Monumento Histórico Nacional y parte de la Ruta del Esclavo por la UNESCO, es el único sitio en el país con estas características. Durante el siglo XIX, allí se conservaron tradiciones africanas prohibidas por la iglesia oficial.
Durante el día, la ciudad también se pueden hacer visitas guiadas al Museo Pampeano (una réplica de una posta antigua), paseos por la Estación Hidrobiológica (única en su tipo para la cría del pejerrey), y un interesante abanico de actividades recreativas: stand up paddle, pesca, golf, vuelos de bautismo, artesanías regionales y bicicletas para todos los estilos. Además, la ciudad es sede de la Orquesta Escuela, un emblema del trabajo comunitario a través de la música.
La gastronomía tiene vida propia con bares sobre la costa, paradores cerveceros, restaurantes de cocina criolla y propuestas más sofisticadas como el restó de Casa Laurel o La Grulla, a la vera de la Ruta 2. Para los que eligen quedarse, hay hoteles boutique, cabañas con spa, casas de alquiler turístico, un hotel de cadena como el Howard Johnson Chascomús, con vista a la laguna, y hasta glamping en estancias.
Pedaleando Chascomús. Foto Turismo de la provincia de Buenos Aires.
En el corazón del centro histórico, donde alguna vez vivió un abogado austero con seis hijos, hoy funciona uno de los hoteles boutique más cálidos de la provincia: Casa Laurel. Se trata de la antigua casa de Raúl Alfonsín, restaurada con un criterio que mezcla respeto, diseño y emoción. No hay bustos, pero sí detalles que hablan. En las galerías frescas de la propiedad, entre glicinas centenarias y pisos originales, se diseñó un hospedaje que no rinde culto, pero sí memoria.
La habitación "Presidente" es la que ocupó el líder radical durante sus años en la ciudad. Desde esas ventanas se gestaron campañas, se celebraron cumpleaños y se organizaron ideas grandes.
Monumento a Alfonsín en el "KM 0" de democracia. Foto Prensa
Hoy se puede dormir allí, cenar en su restaurante o simplemente tomar el té mirando el patio interno, entre muebles diseñados por Tienda Laurel y obras de arte local.
El proyecto, impulsado por Gastón Sessa y María Eugenia Muñoz, logra lo que pocos: mantener viva una casa sin convertirla en mausoleo, con algunas historias sobre los tiempos de Alfonsín y mucho de estilismo.
Atardecer en la laguna. Foto Shutterstock
Chascomús es perfecta quienes buscan salir sin irse del todo, para quienes creen que la historia también se escribe con los pies en el barro, y para quienes necesitan unos días de paz sin alejarse tanto. Parece tener la medida justa de la nostalgia y la novedad.
Clarin