Buscaba agua con un péndulo en tierras desérticas, se enamoró de los vinos de altura y abrió un museo impactante: viaje a los viñedos del "Loco Hess"

Cerros ocres, rojizos, grises y hasta violáceos; cardones que quiebran el horizonte desértico con su silueta erguida, redondeada y pinchuda; rutas de ripio que zigzaguean y cruzan ríos secos que se adivinan torrentosos en épocas de lluvia; pueblitos que aparecen y quedan atrás en un suspiro; gente que seca pimientos rojos a un costado del camino; tejidos coloridos que contrastan con las paredes de adobe.
Llegar hasta la bodega Colomé, en medio de los Valles Calchaquíes, cerca de Molinos, provincia de Salta, es todo eso y más. Es también parar a un costado de la Ruta Nacional 68 y dejarse envolver por la formación del Anfiteatro, en la Quebrada de las Conchas. O tomarse un tiempo para comer y disfrutar de unos vinos en la terraza de Amalaya -parte del Grupo Colomé-, que balconea a los bellísimos viñedos de Cafayate.
O, para los más aventureros y ya en la Ruta Nacional 40, avanzar y trepar por un sendero hasta llegar al mirador El Ventisquero, en el área protegida Monumento Natural Angastaco. No demanda más de 10 minutos y la vista es buenísima.
Vista desde El Ventisquero. Foto Viajes
A la ida o a la vuelta de Colomé, según el camino que se tome, uno también puede detenerse a admirar el trabajo de los tejedores en el Camino de los Artesanos de Seclantás, caminar por las calles de Cachi y conocer su icónica iglesia, o mantener la mirada pegada a la ventanilla durante el trayecto sinuoso de la Cuesta del Obispo.
Entre subidas, bajadas y ripio, el camino hasta la bodega no es fácil ni breve, pero quizá ahí está gran parte de su magia. Porque quien se asome a esa antigua hacienda –donde además de la bodega y los viñedos funciona un hotel boutique, un restaurante y el convocante Museo James Turrell- entenderá el privilegio de estar en un lugar así, único, espectacular e inolvidable.
Pimientos secándose en el camino.
Está a 2.300 metros sobre el nivel del mar y a 3 horas y media / 4 en auto desde Cafayate por la Ruta Nacional 40 (son 130 km).
Fundada en 1831, Colomé es la bodega en funcionamiento continuo más antigua de la Argentina. Su impronta actual comenzó a perfilarse en 2001, con la llegada del suizo Donald Hess y su esposa Úrsula, quienes transformaron por completo el lugar, desde la producción vitivinícola hasta las propuestas de enoturismo, sustentabilidad y mejoras en la vida en la comunidad local, el paraje Colomé, donde viven unas 50 familias (600 personas).
El edificio de la antigua bodega de Colomé, de 1831. Foto Viajes
Llegamos al hotel con la noche cerrada, así que primero nos enamoramos de las enormes habitaciones (hay 9, dos de ellas son Master Suites), donde en la oscuridad se adivina una terraza privada que –descubriremos al día siguiente- invita a relajarse y disfrutar del paisaje de montañas y viñedos.
A partir de ahí, las horas van acumulando sensaciones, historias, sonrisas, sabores, pasiones.
Una caminata entre los viñedos antiguos y el vino Misterioso, un lote especial de blanco que solo se puede beber en Colomé. La fresca penumbra del histórico edificio de la bodega original que aún se mantiene en pie, con sus enormes tanques y grifos en la pared. El olor a lavanda y el sonido del agua corriendo en la fuente central que te reciben por la mañana, cuando salís de la habitación en busca del desayuno (todo rico y hecho ahí).
La piscina del hotel boutique. Foto Colomé
Seguimos: el encanto de un almuerzo al aire libre y una gastronomía con el sello de Patricia Courtois (ganadora del Gran Premio Baron B). Un paseo a caballo entre cactus y viñedos. La experiencia en el sorprendente Museo James Turrell, diseñado específicamente para Colomé y donde uno pone el cuerpo, los sentidos y las emociones en cada obra. O una cena que arranca con una “juntada” más informal y acogedora, donde desfilan sabrosas empanadas de carne.
Y la posibilidad, una y otra vez, de degustar y aprender sobre diferentes vinos; sobre el trabajo, la búsqueda y la pasión de Donald y todo el equipo, incluyendo ingenieros agrónomos y enólogos, para llegar a cada uno de los vinos que ahora saboreamos en una copa.
La historia de lo que vemos hoy en Colomé empieza cuando en 1996, Donald Hess vino a Sudamérica en busca de “los mejores vinos”. Estuvo en Chile y, sí, también en Mendoza. Nada lo convencía.
Un exquisito parte de plantas nativas y habitaciones con vista a los viñedos y los cerros. Foto: Colomé
De paso en modo vacaciones por el norte argentino, probó una copa de vino que lo sacudió y encauzó la historia de Colomé, y también la vida de la familia Hess. Había llegado el momento de comenzar a pensar en “los mejores vinos de altura”.
Y esto de la altura es algo que vamos a escuchar seguido estos días.Hay conceptos clave que son parte de la identidad que surgen en las conversaciones con quienes trabajan en el lugar, y que se van repitiendo: “vinos excepcionales”, “prácticas sustentables”, “altitud extrema”, “amplitud térmica”, “microclima”, “intensa exposición solar”.
Hess arrancó con los viñedos de El Arenal, a 2.600 msnm, y al poco tiempo pudo comprar Colomé, a 2.300 metros. Todo esto como parte de una aventura llena de anécdotas entre la búsqueda de tierras con agua subterránea y su péndulo, las visitas frustradas a Colomé por un río crecido que cerraba persistentemente el paso y la compra de hectáreas allí donde otros sólo veían un gran desierto. Cuanto más se entusiasmaba el suizo con sus proyectos en el norte, más crecía su fama como el “loco Hess”.
En 2004 se sumó al equipo el francés Thibaut Delmotte, que en ese momento tenía 26 años, acababa de graduarse como enólogo y estaba de viaje por Sudamérica. De paso por Salta, alguien le comentó sobre el trabajo de Hess, y mandó su currículum.
Thibaut Delmotte, el enólogo, en durante una cata en la bodega antigua. Foto: Colomé
Con un Corsa alquilado y mucho más tarde de la hora pautada, el joven enólogo llegó a Colomé para la entrevista laboral, aún sin poder creer que hubiera gente trabajando en un lugar tan remoto.
“Donald me dijo que tenía un viñedo plantado en Payogasta, que había comprado un terreno a una altitud aún mayor para otro viñedo y que estaba planeando construir una bodega para un millón de litros de vino. Le pregunté si había leído mi CV, porque claramente yo no tenía la experiencia para un proyecto como ese. Me respondió algo que me impactó profundamente: ‘No te preocupes, creceremos juntos’”, cuenta Thibaut.
Aquello que parecía imposible dejaría de serlo con el empuje del “loco Hess”. Y Thibaut se quedó.
Los viñedos de Colomé. Foto Viajes
Donald murió a comienzos de 2023, pero su legado sigue en pie, y actualmente Larissa y Christoph Ehrbar, segunda generación de la familia, están al frente de los negocios, acompañados por un gran equipo, muchos de ellos parte de este proyecto desde sus inicios.
Rumbo al aeropuerto de Salta para regresar a casa, la vuelta de Colomé se estira con una parada en El Arenal, desde donde subimos hasta Altura Máxima, un viñedo a 3.111 metros sobre el nivel del mar, uno de los más altos del mundo (hay uno en el Tíbet que se quedó con el récord: está a 3.563 metros).
Una mesa en la galería de la “casa del fundador” -construida por Hess, ahora se usa para reuniones y eventos puntuales de la bodega- con vista a las plantaciones, el asado y la ensalada de papa y huevo circulando entre los comensales.
Colomé Altura Máxima Malbec. El viñedo está a 3.111 metros de altura.
Una vez más, se impone la voz de Thibaut que, cada vez que abre una botella, descorcha y transmite su pasión con fervor. Nuevamente, las copas de la mesa se transforman en un desfile de etiquetas que marcan el peso y la fuerza de la altura (probamos sauvignon blanc, pinot noir y malbec de Altura Máxima, además de malbec de El Arenal).
Damos una última mirada a los viñedos, cargamos las botellitas de agua para el camino y, mientras las emociones se pierden entre las curvas de la Cuesta del Obispo, trato de imaginar a Donald, hace más de 20 años, llegando por primera vez a estos paisajes y logrando lo que parecía imposible.
Para huéspedes de Colomé hay un programa con actividades en horarios exclusivos (caminata histórica por viñedos antiguos, bodega antigua, bodega nueva con cata de vinos y Museo Turrell).
- Desde $ 450.000 por noche para dos, con desayuno y actividades.
- Con media pensión y actividades, desde $ 610.000.
- Programa especial: dos noches con desayuno, aperitivo y cena de 3 pasos con bebidas para dos personas, desde $ 798.000.
Para visitas por el día, abre de martes a domingos con reserva.
- Bodega y Museo con copa de bienvenida y cata de 3 etiquetas, $ 72.000 por persona
- Almuerzos a la carta con platos desde $17.000 o menú de 3 pasos con bebidas por $ 80.000.
- Degustaciones autoguiadas de 3 vinos, desde $ 35.000.
- Además, hay visitas privadas y opciones de maridaje como almuerzo de 5 pasos y 5 vinos.
Clarin