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El País Vasco: una región para disfrutar de playas, arte e históricos viñedos

El País Vasco: una región para disfrutar de playas, arte e históricos viñedos
La Comunidad Autónoma Vasca –Euskadi, en el idioma más antiguo de Europa– está conformada por tres municipios: Guipúzcoa, Vizcaya y Álava. Sus superficies sumadas no alcanzan el tercio de Tierra del Fuego, pero bastan para encantar con playas, sierras, bosques y ciudades llenas de tradiciones e historia.
San Sebastián –Donostia en euskera–, capital de Guipúzcoa, creció alrededor de una gran bahía sobre el mar Cantábrico, donde están las playas de Ondarreta y La Concha. Los montes verdes de Igueldo y Urgull cierran la bahía. Allí, como una marca de la ciudad, posan las esculturas de dos donostiarras; el 'Peine del viento', de Eduardo Chillida, en el Igueldo, y 'Construcción vacía', de Jorge Oteiza, en el Urgull.
El 'Peine del viento' son tres esculturas de acero incrustadas en las rocas que dan al mar. La obra de Oteiza, ganadora del premio Bienal de San Pablo en 1957, fue instalada en 2002. Poco más de tres kilómetros separan una obra de la otra, que se pueden recorrer por una rambla paralela a la orilla, un paseo escoltado por jardines llenos de flores.
Del otro lado del Urgull encontramos la ría Urumea –las entradas de mar en la tierra son muy típicas del Cantábrico– y el puente Zurriola, que la cruza para llegar a la playa del mismo nombre y el barrio Gros. Desde el puente se ve llegar el mar brioso y en la orilla de Gros, el edificio del auditorio Kursaal, donde se lleva a cabo el festival de cine de San Sebastián.

El Museo Guggenheim Bilbao, diseñado por Frank Gehry, es un símbolo del País Vasco. Foto:Andrés Hurtado García

Estas playas atrajeron hace un siglo y medio a familias reales de Europa que venían a pasar el verano y fueron instalando la ciudad como destino de vacaciones. Desde el monte Igueldo, al que se sube en un antiguo funicular de 1912, se aprecia la bahía en forma de herradura.
La Parte Vieja, al pie del Urgull, es el lugar para entregarse a los pintxos, ya que es donde más se concentran los pequeños locales que ofrecen esas miniaturas para comer parado en la barra, sobre todo a lo largo de la calle Mayor.
Los pintxos están preparados con creatividad, puede ser berenjena y queso Idiazábal, bacalao en aceite, bonito con cebolla caramelizada y tomate, pero hay uno originario de San Sebastián que no puede faltar: el gilda. Es un palillo que inserta una aceituna verde, una anchoa y una guindilla local llamada piparra. Ideal para acompañar con txakoli o sidra escanciada. En el casco antiguo están la iglesia de San Vicente del siglo XVI –el edificio más antiguo de la ciudad– y la Plaza de la Independencia –donde hubo alguna vez corridas de toros–.
Otra opción para disfrutar de la gastronomía vasca es reservar en alguno de sus restaurantes con estrella Michelin, como Akelarre, de tres estrellas, o combinar pintxos y platos de cocina en Kukuarri, a cargo del chef Martín Aristondo.
La era del Guggenheim
Bilbao, capital del municipio de Vizcaya, está a 102 kilómetros de San Sebastián y, de camino, es buen plan visitar alguno de los pueblos costeros para comer los mejores pescados a la parrilla. Uno de ellos es Getaria, donde el diseñador Cristóbal Balenciaga tiene su museo. A muy pocos kilómetros, en el pueblo de Zumaia, está el Geoparque Unesco: 13 kilómetros de acantilados de formaciones de capas rocosas de 60 millones de años llamados Flysch, que se pueden ver desde un paseo en barco o desde la playa Itzurun.
Bilbao es la ciudad más poblada de Euskadi, con casi 350.000 habitantes. Tuvo un pasado como polo siderúrgico cuando albergó a la empresa más importante de España, Altos Hornos de Vizcaya, que llegó a emplear 11.000 personas. En la década del 80 comenzó a decaer y el cierre definitivo en 1996 fue un duro golpe para la ciudad. Tres años antes del cierre, en plena crisis, había comenzado la construcción de un gran museo que a muchos les parecía una locura.
Sin embargo, la inauguración del museo Guggenheim (1977), diseñado por el arquitecto Frank Gehry, cambiaría el perfil de Bilbao, transformándola en una ciudad turística. Las placas brillantes de titanio del techo y paredes, que Gehry pensó inspirado en plumas de pájaros, se reflejan en el agua del Nervión. Del lado del río también está Maman, la araña de nueve metros, de Louise Bourgeois.
El ingreso al museo se realiza por una plaza custodiada por 'Puppy', un enorme perro realizado con flores naturales que Jeff Koons hizo para la apertura pensando que sería una obra efímera, que, en realidad, quedó para siempre.

Puppy, el perro del millón de flores en el Guggenheim. Foto:Andrés Hurtado García

Entre las obras permanentes, 'La serpiente', de Richard Serra, ocupa toda una sala: se trata de tres enormes cintas serpenteantes de acero laminado. El museo es el nuevo ombligo de la ciudad. Se lo puede admirar también desde lo alto del monte Artxanda a donde se llega en funicular. Se puede ir caminando del Guggenheim para tomarlo, cruzando el río por el puente Zubizuri, que diseñó Santiago de Calatrava.
El Mercado de la Ribera, en pleno casco histórico, también está a orillas del río Nervión. Es un edificio de 1929 con ventanales art déco y es el lugar para ir a probar pintxos. Muy cerca están la catedral de Santiago, del siglo XIV con una fachada neogótica, y las ‘7 calles’, la zona más antigua, donde se reunían los distintos oficios y donde se originó esta gran urbe.
Este casco antiguo no es un paseo entregado a los turistas; allí los bilbaínos se reúnen, a beber un txakoli en los andenes, a probar dos pintxos y a seguir con el próximo. Orgullosos de su idioma y sus tradiciones, no muestran una actitud defensiva con el extranjero, sino seductora, contentos de transmitir algo de la potente identidad vasca.

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Europa Central es el corazón del Viejo Continente
La ruta del vino
La sede del parlamento y el gobierno vasco está en Vitoria-Gasteiz, en Álava, el tercer municipio de Euskadi, a 65 kilómetros de Bilbao. La ciudad guarda más de ocho siglos de historia en su centro, conocido como la Almendra Medieval por su forma con calles que se remontan al siglo XII. Palacios, torres, edificios religiosos, plazas y la muralla del siglo XI acompañan el panorama. La plaza de la Virgen Blanca, donde antes funcionaba un mercado extramuros, hoy es el corazón animado del barrio. Allí se erige el monumento a la batalla de Vitoria, rodeado de bares donde los turistas se suman al ritual sagrado de los locales de compartir pinchos y tragos al caer la tarde.
La muralla antigua aparece y desaparece de la vista, un tramo se aprecia cerca del Palacio Villa Suso, donde hay unos postes con frases de Mario Benedetti sobre el olvido y la memoria.
Vitoria también suma un atractivo verde: 42 metros cuadrados de áreas vegetales por habitante, lo cual la llevó a ser declarada Capital Verde de Europa hace unos años. Es común ver grupos de ciclistas y peregrinos, ya que la ciudad es una posta en el Camino de Santiago. Una tercera razón para visitarla está en las afueras de la ciudad: la ruta del vino de la Rioja Alavesa.
A 50 kilómetros al sur de Vitoria está Haro, que es la puerta de entrada a una zona donde están algunas de las bodegas más importantes de España. Ysios, diseñada por Santiago de Calatrava, que ofrece distintas experiencias, desde degustaciones en su 'wine bar' a recorridos exclusivos por la viña. López de Heredia Viña Tondonia no organiza visitas guiadas, pero sí cuenta con un local de venta de vinos sobre la ruta. El diseño hipermoderno en blanco que la iraquí Zaha Hadid hizo allí, contrasta con un anaquel de madera de principios de siglo XIX que sus dueños usaron en una de las primeras ferias de vino.
La estrella es Marqués de Riscal. Inaugurada en 1858, combina cavas antiguas con un restaurante estrella Michelin y un espectacular hotel diseñado por Frank Gehry, quien utilizó láminas de titanio para el techo, como también lo hizo en el Guggenheim. Allí organizan visitas y catas, que terminan con una degustación de jamones, chorizos y quesos regionales.
A su gastronomía, vinos premiados y paisajes, el País Vasco suma un turismo sustentable, donde no es necesario hacer largas filas ni codearse con otros para sacar una foto. Por ahora.
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