El lugar perfecto de los más calurosos para viajar en verano: tiene vistas de ensueño y las temperaturas no sobrepasan los 25 grados

Quienes piensen que cuando se acaba la temporada de esquí en Sierra Nevada ya no hay nada que hacer allí, están muy equivocados. Desde hace ya bastantes años, Cetursa, la empresa que gestiona la estación, lucha por romper con la estacionalidad y los índices de ocupación demuestran que la iniciativa va calando cada vez más.
Para eso se organizan todos los fines de semana competiciones deportivas –de atletismo y ciclismo, fundamentalmente- excursiones para ver las estrellas de noche y hasta un festival de rock que se celebra a finales de agosto. Acontecimientos distintos, pero con un aliciente en común que ya va siendo hora de revelar.
Porque resulta que en Pradollano, el epicentro de la estación, hace de días una temperatura entre ocho y doce grados más baja que en Granada capital. Lo que quiere decir que si en Granada están en julio y agosto a 40 grados, cosa que ocurre con frecuencia, allí arriba, a algo más de 2.100 metros de altitud, es raro que se superen los treinta. Y eso, tirando por lo alto.
Y esa diferencia térmica es más acusada aún por la noche, hasta el punto de que se agradece echarse encima un jersey, dormir tapado con un edredón o, en caso de salir a cenar a los restaurantes que están abiertos, hacerlo cerca de un fuego. En la Plaza de Andalucía, de hecho, suelen avivar una hoguera junto a la que se está la mar de a gusto.
Estar en Sierra Nevada en verano es ventajoso para todos. Se respira aire puro, en la estación apenas se ven coches, el que se utilice para llegar hasta allí puede dejarse sin pagar ni un euro en el enorme aparcamiento central, hay actividades para niños, algunas tan atractivas como un trineo que discurre por raíles, una especie de montaña rusa en la que la velocidad la decide quien conduce.

También hay una piscina, a la que pueden acceder quienes estén alojados en algunos de los establecimientos que funcionan en verano, como el más que interesante apartahotel Trevenque. Pasar allí una noche es mucho más barato que en invierno y tiene la ventaja añadida de que la mayoría de las habitaciones tienen incorporada una cocina, con lo que viene a ser lo mismo que estar en una casa.
En Pradollano, el visitante puede dedicarse a no hacer nada, simplemente a descansar. No es mala idea, desde luego que no, pero la verdad es que ir a esa zona y no aprovechar para conocer las montañas es… bueno, allá cada cual, pero quien desprecie esa oportunidad, que sepa que se está perdiendo algo importante y precioso.
En verano funcionan remontes. No todos, evidentemente, pero desde Pradollano es perfectamente factible subir en telecabina hasta Borreguiles, una zona situada a 2.700 metros que ofrece un montón de posibilidades. Una de ellas es seguir subiendo, ahora en telesilla, hasta que el viajero queda bastante cerca de la cumbre del Veleta, el segundo pico más alto de la cordillera.
Tan cerca queda que puede coronarlo sin mayor dificultad después de una caminata de media hora o así. Si prefiere hacer un recorrido más largo, no hay problema: una antigua carretera –que iba a unir Sierra Nevada con la Alpujarra y que se dejó a medio hacer- parte desde la Hoya de la Mora y, además de ofrecer unas vistas impresionantes del Mulhacén, que desde Granada no se ve, también permite ver otro hito significativo: el monumento a la Virgen de las Nieves.
Arriba es todo tan bonito que dan ganas de quedarse para siempre, de verdad, pero más tarde o más temprano hay que bajar. Puede hacerse por el mismo método que se escogió para el ascenso, tirando de telesilla pero en sentido contrario. Aunque es preferible sucumbir a la tentación y acercarse andando hasta la Laguna de las Yeguas, que por lo demás tampoco queda tan lejos. Veinte minutos o media hora como mucho.

El lago está cubierto de nieve en invierno y en verano contiene agua del deshielo, con lo que no es nada aconsejable darse un chapuzón. Hay mucho verde, vacas pastando y una sensación de calma muy placentera. Conviene, si hace sol, llevar gorra, sombrero o algo por el estilo, porque a esa altitud es implacable.
Desde la laguna hasta Borreguiles hay una pendiente, en ocasiones pronunciada, pero en cualquier caso asequible para todos los públicos. Es digno de ver cómo, al lado de los senderistas, pasan a toda pastilla algunos amantes de la bici de montaña que entienden que utilizar los frenos para bajar es de cobardes. Bueno, cada cual que se divierta como mejor le parezca.
De vuelta a Pradollano, el visitante tiene a su disposición varios sitios muy recomendables para reponer fuerzas. Puede elegir entre la carne asada, la pizza o las típicas tapas granadinas, que también son allí signo de identidad. Descansando tras el almuerzo, degustando un helado y saboreando la paz –y el tolerable calor- del lugar, es más que seguro que dará el paseo por bien empleado. Y la estancia en general, porque las apuntadas son sólo algunas de las cosas que se pueden hacer. Allí se puede perder el tiempo, pero también aprovecharlo.
Una cosa más: Sierra Nevada no es sólo Pradollano, Borreguiles y el resto de la estación. Es un Parque Nacional y Natural de 86.208 hectáreas que abarca muchísimo territorio, interesantísimo de explorar. La vertiente norte, mucho menos (re)conocida es un lugar ideal para hacer excursiones y conocer lugares como el pueblo de Jérez del Marquesado o el Puerto de la Ragua. Que conduce a la Alpujarra, por cierto, aunque esa ya es otra historia.
ABC.es